This Passover brought a surprise. Before the holiday we lamented the need for seders without guests at the table. But with tools like Zoom, many found themselves connected to more relatives and friends than ever. Freed from the obstacles that usually keep us from each other, we could see more than ever. It was like the biblical description of the ninth plague: despite a world of impenetrable darkness, “for the Jewish people there was light in their homes.” (Exodus 10:23)
It’s been sweet to see the joy of Passover celebrants feeling the holiday spirit more deeply than ever. Let’s not, however, fool ourselves that all’s well. The bible verse is clear: light in some homes was the exception to the suffering outside. “People could not see one another and for days could not move from their place.” A tradition says darkness was the worst of the plagues to strike Egypt. One commentary says, “It was the darkness of Hell, a foretaste of the punishment that awaits those who cannot truly see their neighbors and cannot feel their pain and recognize their dignity.” (Eitz Chayyim Torah and Commentary, 376)
Our neighbors struggle and suffer today more than ever as covid-19 makes detention more dangerous, needy families go hungry and without basic necessities, and anti-immigration forces use the cover of “darkness” created by this pandemic to close borders and end protective status programs like DACA. We are meant to enjoy the light we found at our seders. We are meant to sing praises for our blessings of freedom and status. To fulfill the mitzvot of Passover we must identify with those who struggle, we must see them, and open our doors and lift our voices on their behalf. Next year, may we all be free.
Rabbi Jonathan Roos
Temple Sinai – Washington, DC
Esta Pascua Judía nos trajo una sorpresa. Antes del día festivo, nos lamentamos la necesidad del cenar sin invitados a la mesa. Pero con herramientas como Zoom, muchos se vieron conectados a más parientes y amigos que nunca. Liberados de los obstáculos que por lo general nos mantienen alejados unos de otros, vemos más que nunca. Era como la descripción bíblica de la novena plaga: a pesar de una obscuridad impenetrable, “mas todo el pueblo judío tenía luz en sus hogares.” (Éxodo 10:23)
Ha sido un gusto ver la alegría de los celebrantes de la Pascua Judía al sentir el espíritu del día festivo más profundamente que nunca. Sin embargo, no nos engañemos que todo va bien. El versículo de la biblia está clara: luz en algunos hogares era la excepción al sufrimiento afuera. ‘Las personas no se podían ver unos a otras y por días no se podían mover de su lugar.’ Una tradición dice que la obscuridad fue la peor de las plagas que atacó a Egipto. Un comentario dice, “Fue la obscuridad del Infierno, un anticipo del castigo que les espera a los que no pueden ver verdaderamente a sus vecinos y no pueden sentir su dolor ni reconocer su dignidad.” (Eitz Chayyim: Tora y Comentario, 376)
Nuestros vecinos luchan y sufren hoy en día más que nunca mientras el coronavirus hace que la detención sea más peligrosa, las familias aguanten hambre y no tienen las necesidades básicas, y las fuerzas anti-inmigrantes usan el abrigo de ‘la obscuridad’ creada por la pandemia para cerrar las fronteras y finalizar los programas para la protección del estado legal como DACA. Estamos predestinados para difundir la luz que encontramos en nuestros senderos. Estamos predestinados para cantar alabanzas por nuestras bendiciones de libertad y estado legal. Para cumplir el motivo de la Pascua Judía debemos identificarnos con los que luchan, debemos verlos, y abrir nuestras puertas para levantar nuestras voces en nombre de ellos. El próximo año, tal vez todos seremos libres.
Rabino Jonathan Roos
Templo Sinaí – Washington, DC